Muchas de las limitaciones y barreras que debemos sobrellevar diariamente quienes convivimos con una discapacidad visual se han profundizado con el aislamiento.
La pandemia de Covid19 nos ha
perjudicado a todos. Pero sobre todo a
quienes tenemos una discapacidad, porque muchas de nuestras habituales
limitaciones se han acrecentado.
El virus nos obliga a todos a cumplir con una serie de cuidados cotidianos para evitar una mayor propagación de la enfermedad en nuestra comunidad. Una de esas medidas claves es el denominado “distanciamiento social”.
Ocurre que para la mayoría de las personas, es decir para aquellos que gozan de un grado de visión más o menos “normal”, ese distanciamiento no es social. En todo caso es sólo un distanciamiento físico. Para quienes sí es un verdadero distanciamiento social es para quienes convivimos con una discapacidad visual.
La expresión distanciamiento físico hace referencia a la mayor o menor lejanía entre dos o más personas, que puede medirse en metros, mientras que distanciamiento social alude al grado de aislamiento de una persona o un colectivo en el seno de su sociedad.
Por lo tanto, sería mejor utilizar la expresión “distanciamiento físico” para referirnos a esa distancia que tenemos que mantener (entre 1,5 y 2 metros) y así prevenir el contagio del Coronavirus. Distanciamiento social es otra cosa.
Distanciamiento social es no poder realizar las actividades de todos los días de forma autónoma e independiente, es que la vida se vea modificada en todos sus ámbitos por no poder salir del hogar. Y es cierto, esta situación nos afecta a todos. Pero no nos condiciona por igual. Porque a las personas con Baja Visión, nos limita e impone barreras más profundas de las que ya tenemos que atravesar siempre.
No es miedo
Muchas de las personas con patologías visuales llevamos meses sin poder pisar un supermercado, un kiosco, una farmacia. ¿Miedo?. No. La principal razón es que a todos lados debemos ir con alguien, porque muchas tareas se han vuelto imposibles de realizar.
No poder ver los carteles de información, no poder tocar para percibir mejor los productos, no controlar las distancias para calcular esos necesarios 2 metros de seguridad, entre otras cosas, son factores que condicionan nuestra vida diaria.
Si bien las normativas nos permiten salir acompañados a quienes tenemos una discapacidad, el punto es que el distanciamiento es un verdadero obstáculo para nuestra movilidad y autonomía.
En una situación de “normalidad” cuando se necesita ayuda casi siempre hay alguien que se acerca para guiarnos o avisarnos ante un obstáculo o un peligro, pero con la distancia eso se vuelve mucho más complicado.
Esa complicación se agudiza cuando a la prevención, al miedo por la enfermedad se suman la falta de empatía y la ausencia de consideración de la gente, y más aún de quienes tienen responsabilidades sociales, institucionales o gubernamentales.
Posibles soluciones
Por todo esto, parece lógico y exigible que las medidas para prevenir el virus contemplen excepciones para quienes tenemos discapacidad visual, por ejemplo, que se nos permita tocar físicamente determinados elementos de nuestro entorno, con los cuidados de higiene correspondientes.
También sería importante que las señales en el suelo incorporen bandas en relieve para poder ser detectadas por los bastones. Que se instalen señales de gran tamaño a la altura del campo visual para que puedan ser percibidas por personas vemos muy poco.
Brindar información sobre horarios de comercios o instituciones, características de productos, salidas de trenes y colectivos, sin tener que tocar o leer ningún cartel, debería ser más que considerado por el Estado y los responsables de todas las organizaciones de la sociedad.
Capacitación e información
Luis Cecchini.
Gustavo Billarruel.
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